Es curioso como los humanos podemos caer cientos de metros y sobrevivir sin un rasguño. O volar sin alas ni maquinas. O seducir a la chica de nuestros… Sueños. Sueños, porque allí todo es posible. Obviamente, en el mundo de los despiertos, todas estas placenteras actividades tienen resultados fatídicos (menos la chica, hay afortunados que la conseguimos), pero en el plano onírico, dormidos y acurrucados en nuestros ronquidos más profundos… Oh, allí todo es posible.
“Eh” pensarás (porque decirlo en voz alta no tiene mucho sentido) “Yo tengo, muchos sueños pero los que pasan guays son los menos. En la mayoría se me caen los dientes o me paseo en pelotas por mi clase”. Efectivamente, lector. En el misterioso proceso del soñar, el ser humano no tiene elección: cada noche (si eso) Morfeo toca nuestras cabecitas con conceptos tan gregarios como grande es la imaginación del hombre. Sin embargo, esto no es del todo cierto. Ni lo que pasa en nuestros sueños es aleatorio ni su aparición es espontanea y caprichosa. De hecho, y de esto van estas líneas, tu y yo y todos podemos soñar cada vez que dormimos a voluntad, sobre las cosas que nos apetezcan y, aun más alucinante, poder controlarnos en tan surrealistas universos.
Aunque parezca algo increíble, es tan científico y factico como la gravedad (bueno, no tan exacto, pero tiene su base). Se llaman “Sueños lucidos” y básicamente consiste en ser consciente de que estas en un sueño cuando estás en uno. El concepto fue presentado por primera vez por Marie-Jean-Léon Lecoq, Baron d'Hervey de Juchereau, Marquis d'Hervey de Saint-Denys, señor de nombre conciso y odiado por todos los que le hicieron el DNI. Apuntando sus sueños desde la edad de 13 años, consiguió controlar sus sueños, definiendo en su obra que un sueño lucido es “aquel en el que el soñador es perfectamente consciente de que está soñando”. Dicho esto, la lección de historia se acaba y vamos al turrón: cómo funciona.
Por qué soñamos es una pregunta sin respuesta concreta. Sí sabemos, no obstante, que se produce principalmente en la fase del sueño conocida como REM (rapid eye movement: fase en la que el cerebro tiene una actividad neuronal parecida a cuando se está despierto). Sus motivos, por otro lado, nos son desconocidos. Desde Freud hasta las religiones más vetustas todos tienen una opinión sobre los sueños: presagios, miedos, preparaciones para la vida… En cualquier caso, el significado de por qué volamos en sueños nos da igual ahora: lo que queremos es saber volar cada vez que nos durmamos. Así que a ello.
Los sueños lucidos, aunque accesibles a todo el mundo en mayor o menor medida, no son necesariamente fáciles de conseguir. Requiere dedicación y paciencia, además de tener que empezar unos hábitos algo extraños. Pero todo sea por pencarse a una maciza. O macizo, que a sueños calientes tenemos derecho todos. Lo primero de todo es comenzar a escribir tus sueños. Nada de después de la ducha: en cuanto te despiertes, aunque sea en mitad de la noche, escribe (o alternativamente graba) lo que hayas soñado. Esto sirve para enseñar al cerebro que nos importa lo que soñamos y que queremos recordarlo. Con el tiempo, no será difícil recordar todo lo que sueñes, pero no por ello hay que perder el hábito de seguir escribiendo. Recordar lo sueños, en mi opinión, ya de por sí es bastante guay. No obstante, queremos decidir lo que pasa en ellos, no solo recordar lo que nuestro subconsciente nos quiera pasar por el zapping nocturno.
Para poder tener sueños lucidos, hay dos métodos: DILD y WILD. Empecemos por el DILD (dream initiated lucid dream). Este método es el más razonable y el que más puede atraer al soñador lucido ocasional. Consiste en tener un sueño normal, cándidos y tontos nosotros, y convertirlo en un sueño lucido al darnos cuenta de que estamos en él. El proceso es, de nuevo, una cuestión de hábito. Aunque el diario de sueños ya habrá acostumbrado al cerebro a que queremos soñar, aun necesitamos saber darnos cuenta de que estamos en un sueño. Para hacerlo, tenemos que descubrir que el mundo que nos rodea no es el real. Saber diferenciar qué cosas son diferentes en los sueños es fundamental. Así pues, si nos da la impresión de que algo raro pasa a nuestro alrededor, puede que estemos en un sueño, por lo que procedemos a hacer una comprobación de realidad para ver si efectivamente estamos en trance onírico.
Estas pruebas son cosas sencillas que nos dirán si lo que nos rodea es real. Lo primero es preguntarnos si estamos soñando. Aunque la pregunta en sí, no hará mucho, si que sembrará una semilla que nos llevará al resto de pruebas, como intentar tocar nuestra palma de la mano con el dedo. Si la atraviesa, estas soñando: en el mundo real no te estás moviendo, así que tu dedo no choca con nada en el sueño. Si los interruptores no apagan ni encienden las luces, puede que sea un sueño (o que estés en un sitio muy chungo). Si hay algún numero o palabras escritas a tu alrededor, intenta recordarlo y mira a otro lado. Si cuando lo vuelvas a mirar ha cambiado, estas soñando. Por último, aunque hay muchos más métodos, recomiendo tapar boca y nariz e intentar respirar. Si puedes, estas soñando: en el mundo real, tu respiración no está obstruida por tu mano.
Llegado a este punto, deberías de darte cuenta de que estas en un sueño. Cuestión de lógica y más si te has estudiado el tema. Ahora viene una parte compleja: el cerebro sabe que lo que está pasando no es lo usual, así que intentara despertarte. La excitación por darte cuenta de que por fin has logrado un sueño lucido y tu mente intentando echarte se juntan para despertarte rápidamente. Sin embargo, hay que mantener la calma y concentrarse en algo mundano, como, por ejemplo, dar vueltas alrededor de un punto mirándolo fijamente. Esto distraerá al cerebro lo suficiente y podrás relajarte, volviendo así a lo interesante: hacer lo que quieras.
Este punto es bastante sencillo, aunque requiere practica. Un sueño lucido implica tener el control absoluto de un universo prácticamente infinito donde todo lo que la imaginación pueda crear es posible. Es cuestión de probar e ir intentando cosas y métodos nuevos. Volar suele ser algo placentero, en mi opinión.
El segundo método es el WILD (Wake initiated lucid dream) y consiste en iniciar un sueño lucido directamente desde el momento en que nos dormimos sin esperar a la fase REM, que ocurre a mitad del ciclo de sueño aproximadamente. Básicamente nos provocamos el sueño, engañando a nuestro cuerpo de formas ingeniosas para entrar directamente en la fase REM y siendo conscientes de que en cuanto nos durmamos estaremos en el mundo de los sueños. Para hacerlo, existen varios métodos, como usar alarmas para despertarnos justo antes de entrar en la fase REM y volver a dormir, entrando directamente en el sueño. Mi método favorito, no obstante, es la inducción por parálisis. Para ello, debemos tumbarnos de la forma más relajada posible (preferiblemente boca arriba) y no mover un pelo. Ni un milímetro. Con esto, engañamos a nuestro cerebro, que piensa que estamos dormidos como bebes y nos mete a soñar como el que ficha en el trabajo, sin saber que aun estamos despiertos. Así pues, hay que quedarse paralizado. El cerebro no es idiota y no va a ponernos en trance onírico tan rápido, así que primero hará alguna comprobación para comprobar que estamos dormidos. Nos picará algo. Querremos rascarnos la nariz. Nuestra respiración se volverá irregular. Concentración. No hay que moverse. Relajar la mente. Seguir despierto.
Cuando el cerebro decida que estamos dormidos (por mucho que no lo estemos), entramos en parálisis de sueño. En esta fase, nuestro cuerpo queda paralizado, aunque estemos despiertos. Esta experiencia no es desconocida para muchos, que la encuentran agobiante y terrorífica, no solo por la sensación de estar completamente inmóvil, sino porque alucinaciones visuales y auditivas comenzaran a aparecérsenos, comenzando con formas y colores hasta que gradualmente nos encontremos en un sueño. Allí, al igual que en el DILD, todo será cuestión de experimentar.
Y bueno, vaya rollo, pero merece la pena. Existen muchas ayudas químicas para poder soñar lucidamente, empezando por beber zumo de manzana. Sin embargo, la gracia está en poder hacerlo sin ayuda. La verdad, es que es una aventura increíble. Algo extraña, pero todo es acostumbrarse. Experimentar. Darse una vuelta por la trastienda de nuestro subconsciente… Y hacer exactamente lo que nos de la gana.
Virtualmente vuestro una vez mas S.M
No hay comentarios:
Publicar un comentario