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lunes, 11 de noviembre de 2013

De como hemos pasado de la arena fina a los Skylanders.


Una pregunta seria ¿Qué ha sido de la infancia? ¿A dónde ha ido a parar? Es una cuestión muy preocupante esta, o sea, nuestra infancia ya fue algo mediocre comparada con la de nuestros padres, aunque al menos no pasamos hambre como nuestros abuelos, pero ¿Qué les espera a nuestros hijos?
Recuerdo perfectamente que cuando era pequeña jugaba con mis amigas en el patio a fabricar arena fina, y para los que os estéis preguntando en que consistía el jueguecito, la verdad es que era algo tan sencillo como pringarte de tierra hasta descubrir la capa mas profunda, la materia mas valiosa, un tesoro que ni el que ideó de Robert Louis Stevenson para su isla, LA ARENA FINA. ¿Qué hacíamos con ella? No tengo ni idea, pero era importante conseguirla. Según pasaron los años la complejidad de nuestros momentos lúdicos en el patio fue en aumento hasta alcanzar un punto cumbre, LOS CABALLOS, nos dividíamos en dos grupos, unas eran caballos y las otras eran jinetes y creo que todo se basaba en echar carreras saliendo desde el enorme castillo extraño de color naranja hasta algún punto indeterminado cerca de las ventanas que daban a las clases. Yo, personalmente, nunca he sido del tipo deportista así que me inventé un papel acorde con mis aptitudes y fascinaciones y desde entonces siempre fui el perro. ¿En que establo que se precie no hay un perro?.
La cosa es que según fui creciendo, no mucho, todo hay que reconocerlo, pase por ser una espía internacional, un husky que tiraba de un trineo y que estaba a punto de morir congelado por salvar a su dueño en un iglú e incluso juraría haber llegado a ser Jasmin alguna vez de tan enamorada que estaba de Aladdin. Cada día se me ocurría algo nuevo, y mi vida parecía una película de Disney cutre. No os voy a mentir, soy de la generación Pokemon, de las primeras de mi clase en tener una game boy y una amante de las nuevas tecnologías. A día de hoy, aún tengo en mi haber unas cuantas consolas y no digo que todas porque nunca he sido de la Xbox.
Pero… ¿Qué demonios ha pasado? Ahora a los ocho años a las niñas les preocupa con que ropa van al colegio y si les cuentas un cuento te miran con cara de querer que te caiga una teja encima y te aplaste solo para que te calles y puedan ir a jugar con su Wii, su Nintendo Ds o su Play Station. Los chicos dan asco, y eso lo sabíamos todas las niñas menores de 11, pero ahora, hablan de novios y de besos y de quien le gusta a quien desde parvulario. Oh por dios, pero si ni siquiera saben quien es la Cenicienta ni como perdió su zapato. Aunque les comprases la historia de La Sirenita en formato juego de la Wii seguirían sin enterarse de nada porque se limitarían a pulsar los botoncitos y a mover el mando de arriba abajo.
¿Es que los niños ya no son creativos? La verdad es que no les hace falta, yo antes, siendo hija única, me pasaba los veranos devorando libros e imaginándome historias mientras mi abuela dormía la siesta y aún quedaba una hora para hacer la digestión. ¿Qué otra cosa iba a hacer? Seguramente si hubiera tenido los Skylanders me habría pasado horas pegada a la pantalla toqueteando el mando sin cuestionarme que hace esa especie de dragón deforme ahí o quienes son los malos porque ¿A quien le importa? Ya de por si es divertido.
Los amigos del cole ya no quedan a jugar a tinieblas o a destrozarles las cocinas a sus madres intentando hacer “repostería”, yo una vez llegué a quemar una cortina jugando con  mi mejor amiga a las casitas.  Ahora quedan en casa de tal o cual a jugar a la consola. Si leen algo con más de dos líneas se aburren, un dibujo en 2D es del siglo pasado, cocinar es algo que ha quedado relegado a lo que juegas en el ipad de tu madre mientras esperas a que te traigan la comida en un restaurante porque hablar esta pasado de moda. ¿Tanta tecnología ha sido un avance?
Cuando les alejas de un enchufe, los críos berrean porque sienten que su vida ya no tiene sentido.
Otra cuestión que en mi opinión es digna de análisis es la falta de ilusión por las cosas. Ya lo han visto todo, lo han oído todo y si no ha sido porque se lo hayan contado sus padres ha sido porque lo han visto en el Apple Store. Cuando van a Disneylandia saben que Mickey y Donald son en realidad unos tipos cualquiera que se están asando debajo de un disfraz vistoso y espero no ser la única a la que esto le parece deprimente. Recuerdo mi primer viaje a Disneylandia con tantísimo cariño… Me sentía en otro mundo porque realmente pensaba que estaba en otro mundo y mi sonrisa cuando me firmaban un autógrafo era genuina, me negué a que Maléfica se me acercase porque de verdad estaba convencida de que era la bruja mala de La Bella Durmiente.
Ahora da igual que les lleves a Paris que a Roma que al bar de enfrente, la misma ilusión le ponen, lo único bueno es que mientras les tengas enchufados a alguna maquinita no tienes que esforzarte en entretenerles.
Mi padre cuando y yo nos sentábamos delante del ordenador y jugábamos al Monkey Island hasta que nos quedábamos atascados, y después, de camino al colegio en el coche, me sentía mal por Guybrush por haber convertido a Elaine en una estatua de oro y me devanaba los sesos por encontrar una posible solución al enigma en vistas a que consiguiera rescatarla. Cuando tocaba irse a la cama, nos tumbábamos juntos boca arriba y mi padre tiraba una pelota de papel hacia el techo, era un meteorito, y el juego mas entretenido del mundo. A mi madre nunca se le dio bien lo de jugar conmigo así que me aterrorizaba, si, me contaba historias de fantasmas y me llevaba a sitios siniestros para que yo luego fardase con mis amigas de valiente y de entendida en el mundo paranormal. ¿Qué problema hay con asustar ligeramente a los niños? Mientras no sea algo irracional es de lo mas divertido y yo jamás me he sentido traumatizada. Me prestó todos sus libros de Puck y de El Club de los Cinco y gracias a ella me aficioné a la lectura.
Disfruté tanto de mi infancia… Y me gusta tan poco lo que veo ahora, que no puedo evitar sentir cierto temor al imaginar ese momento en que yo decida tener hijos. Siempre me imaginé contándoles las mismas historias, jugando con ellos a aventuras gráficas y llevándomelos a Disneylandia pero ¿Querrán hacer ellos todas esas cosas conmigo?. Recuerdo que mi abuela flipaba conmigo y siempre me decía lo triste que era mi infancia, y sí, ha llegado el día en que entiendo lo que quería decirme. Lavaba en el lavaplatos lo que ella llamaba “tobas”, que era un huesecillo del cordero con el que ella jugaba siendo niña,  me las daba como esperando que me entretuviesen y yo siempre pasaba de ella. Ojala pudiera volver atrás, le preguntaría ¿Cómo se jugaba con esto? Ahora me parece realmente interesante pero desgraciadamente hay momentos para todo, y cuando uno tiene ciertas edades no comprende hasta que punto esas pequeñas cosas pueden ser importantes. Cuando te quieres dar cuenta, se te ha hecho tarde. Pasamos la infancia queriendo saber más… Hasta el día en el que descubrimos que el verdadero problema es que sabemos demasiado.
Los niños deberían ser mas niños durante todo el tiempo humanamente posible y si cada generación que pasa ese tiempo se hace más corto ¿A dónde vamos a ir a parar?

Virtual y nostálgicamente vuestra un día más V.M 

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