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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Me termino el tema y nos tomamos un caf...Sssshhhhhh

  Hoy me dirijo a todos aquellos que, como en mi caso, tienen que dejar sus actividades lúdicas y ociosas por otras más responsables. Si, a vosotros estudiantes. A los que habéis optado por pasar cuatro o más años de vuestras vidas para convertiros en grandes profesionales. A aquellos cuyas familias hipotecan riñones para otorgarle una mejor educación. Y sobretodo, a aquellos que pasáis estos días más tiempo en las bibliotecas de Madrid que en sus propias casas.
No importa que seas de pública o privada, que estudies mucho o poco, o que copies más que estudies. Estos momentos en los que los exámenes se acercan nos igualan un poquito a todos...
Espero que no se me note mucho la ironía en el "poquito".

  Como toda ciudad que se precie la nuestra ofrece más de un sitio de reunión para los que son o se las dan de "responsables". 
Según el frío llega las bibliotecas se van llenando de la Fauna y Flora más diversa. Auténticas subespecies pueden ser contempladas en estos días señoras y señores (a más de uno le puede servir para su doctorado).
Pero hablemos un poco de practicidades antes de pasar a la acción.
Si eres estudiante de alguna Universidad sabrás de sobra como encontrar tus bibliotecas más cercanas. Algunas Facultades lo tienen más complicado que otras, véase la mía. Pero si dominas un poco el transporte público no tendrás mayores problemas para encontrarte un hueco.
Tienes todas las bibliotecas de todas las facultades de tu campus a tu plena disposición. Y si le echas un poco de morro y no te piden identificación puedes colarte en la de otra pública. No vamos a ponernos quisquillosos por que un estricto UAMero se siente con un tradicional Complucito.
Léase lo mismo para todos aquellos miembros de las nuevas.
¿Que eres de la privada? So sorry, creo que pagas bien por instalaciones propias. Y seguro que tienes calefacción y aire acondicionado a corde a la temperatura exterior. Algo que no podemos decir algunos públicos.
No os enfadéis, que podemos juntarnos todos en las que pone la Comunidad de Madrid para nuestro uso y disfrute.
Si queréis encontrar la más cercana a vuestra casa podéis echarle un vistazo a este link.
Para mi uso personal he de decir que mi preferida es la de la calle Azcona, cubículos independientes y varias plantas llenas de sitios son algunos de sus atractivos. Pero ya os digo que esta es la mía y no tiene por qué gustaros a vosotros. Es más, no hace falta que vengáis a verla.
Aunque no se para que hago distinciones a estas alturas, públicas o privadas, zulos escondidos en Hospitales o salas de estudio secretas escondidas al final de un supermercado (existe de verdad y si nos seguís igual un día os descubriré su ubicación exacta, que Madrid mola mucho), todas, y digo, TODAS, están petadas. No se si ha tocado el boom de natalidad en mi generación y alrededores, que dado que no hay trabajo todo el mundo estudia, o que la calefacción de estos centros es la única que la gente prueba en todo el día. Pero el Consejero de Medioambiente debería de echarle un vistazo a los niveles de acinamiento y condensación en estos lugares porque en muchos casos llegan a ser de todo menos salubres.
  Pasemos pues a hablar un poco de los diversos comportamientos que se pueden encontrar en estos centros. Puede ser por la época que se acerca, el estrés de los exámenes saca lo mejor y lo peor de nosotros. Auténticas manías, rituales con sus previas obsesiones, son contempladas junto con paseos, cuchicheos y cabreos. Un circo si señor. Un poco menos de piruetas pero ¿quien no se ha pasado alguna vez con el RedBull?
Desde los chiquillos que vienen para sacarse su último curso de Bachillerato y Selectividad (hace nada yo estaba en su situación pero ya han pasado tantas cosas...que me permito lo de chiquillos) hasta adultos con barbas canosas que o bien han elegido una carrera como la historia de Sebastian o que pasan más tiempo en la Tuna y en las Sangriadas que en las aulas.
Desde las chicas que acuden vestidas y pintadas como si fuese un sábado noche y que al abrir el estuche caen más pintalabios que bolígrafos, hasta los que tienen los apuntes con más colorines que un arcoiris. Como si por ello al final fuesen a encontrar un aprobado en lugar de un caldero con oro.
  He de reconocer que me siento identificado con esas personas que según se acercan los exámenes se vuelven un poco...como decirlo...dejémoslo en que soy de tuerca floja.
Eso de ir a una Biblioteca para pasearse entre las mesas y ver a cuanta gente molestas, chico, apúntate al gimnasio o cómprate una cinta de correr para el salón. Pero a algunos nos gusta abstraernos en nuestros micromundos y no enterarnos de que ayer Richi te colgó el móvil antes de colgárselo tú.
También son curiosas esas persona que llegan antes que el/la Bibliotecaria para hacer cola en la puerta y al entrar reservar más sitios que dedos tienen sus manos. ¿¿Que bien que ha venido el frío y tenéis más ropa para esparcir ehhh??
Lo único políticamente aceptado es el cofee break de rigor, el no hacerlo es imperdonable. Y ahí señores mios, los que llevamos ya unos cuantos años con esta práctica, hemos desarrollado una técnica por la cual nos pasamos más información en 10 minutos con un café en la mano que en una semana de convivencias.
  Por lo que desde personas que se agobian con exámenes de 20 páginas, hasta aquellos cuyos resúmenes ocupan lo que un Vademecum actualizado. Desde los que se llenan de cafeína hasta la intoxicación (véase un servidor), hasta los que dicen que aguantan el tipo y luego se adaptan el abrigo en forma de almohada.
Todos ellos, y todos nosotros podemos sentirnos un poquito más iguales y comprendernos en estos aciagos días. 
Eso sí, para hablar te bajas al bar.

  Virtualmente vuestro, y agobiado por momentos, M.L.M

martes, 26 de noviembre de 2013

Emparejarse o no emparejarse, esa es la cuestión


Los tiempos cambian, y nosotros con ellos. Nos adaptamos como podemos sin morir en el intento y eso se pone de manifiesto en todos los aspectos de nuestra vida. Podría eternizarme analizándolos todos, desde la comida hasta las formas de comunicarnos pasando por la moda y los sistemas de gobierno pero   en esta ocasión voy a centrarme en la pareja. Sí, el amor también cambia con el paso de los años aunque su esencia sea inmutable. El desamor era igual de doloroso cuando Shakespeare escribía sobre ello que ahora que la costumbre es manifestar nuestra desazón en el estado del Facebook, aunque eso sí, algo menos poético. Lo mismo ocurre con la euforia que sentimos cuando estamos enamorados. Lo que sí cambia, y de eso trata la entrada de hoy, es la forma en la que canalizamos ese sentimiento enfocándolo en una relación. 

Para abordar este tema voy a analizar algunos de los puntos clave de este cambio detallando las ventajas   y desventajas de tener pareja en la actualidad.

De los matrimonios concertados al "toque" en las páginas de contactos. 

Antes que nada, a la hora de hablar de una pareja, lo primero que debemos hacer es encontrar una. Todos habremos visto alguna película de época en la que una desgraciada muchacha se ve forzada a contraer matrimonio con un señor mucho mayor que ella porque tiene una pasta o algún título nobiliario y, claro, nos parece espantosa esa forma de proceder. Ahora somos libres de escoger a quien queramos, por los motivos que queramos. Podemos recurrir tanto al encuentro casual en un bar o una discoteca, como a internet. Antes, en la mayor parte de los casos debías esconderte para estar con quien realmente querías estar so pena de que te metiesen en un convento o algo peor y ahora no solo no es necesario tomar tantas precauciones sino que nos ocupamos de publicar nuestras fotos y manifestaciones amorosas por todos lados, lo cual, dicho sea de paso, no me parece mal pese a lo que digan algunos.

Ahora bien ¿Supone este hecho una ventaja o una desventaja para las parejas de hoy en día? Parece claro que es una ventaja, de las grandes ademas. y efectivamente lo es, pero como ocurre con todas las cosas, tiene sus matices. Los ciber novios molan, siempre y cuando no resulten ser un pervertido de cincuenta años. Hay que andarse con mucho ojo con eso de las páginas de contactos porque no todo el mundo tiene las mismas intenciones e incluso considerando que el objeto de nuestra atención no quisiera matarnos y enterrarnos en el jardín ¿Quien nos dice que es quien dice ser?. Si ya es fácil mentir a la cara imaginad lo fácil que es a través de un chat. 

En una sociedad en la que conocer al amor de tu vida podría ser tan fácil como encender el ordenador cabría pensar que todos tendríamos nuestro final de cuento de hadas pero lo cierto es que cada vez es mas complicado encontrar a alguien dispuesto a comprometerse y que cumpla con nuestras expectativas. Quizás nos abrumen tantas posibilidades, cuando hay mas en donde elegir la elección resulta mas complicada... 

De la pareja socialmente aceptable al "todo vale". 

Bueno, lo hemos conseguido, tenemos pareja. Ha llegado el momento de presentarla en sociedad y este ritual, según pasa el tiempo, es cada vez menos relevante. Antes un no de tu familia implicaba, o bien la fuga con tu enamorado/a con todos los peligros que ello entraña o bien el punto y final de la relación. Había una presión enorme, y ya no solo por tus padres sino también por tus amigos, salir con alguien de una clase social inferior era motivo de burlas y críticas acidas y malintencionadas. Ahora, la gente sigue opinando, aunque por supuesto los criterios a la hora de valorar si alguien "te merece" o no están mucho menos anticuados, pero lo cierto es que nos da mas bien igual. ¿Que tu novio no le cae bien a tu madre? Mola, un desafío. ¿Que tus amigas piensan que es un inútil o que podrías hacerlo mejor? Ellas no entienden vuestro amor. Ahora es fácil saltarse los convencionalismos sociales y poner por el amor por encima de cualquier otra consideración propia o ajena. 

Sigue siendo problemática la relación de la familia con la pareja recién formada y lo mismo ocurre con las amistades que de tan acostumbradas que están a tu soltería a duras penas comprenden el cambio que has pegado, del "fiesta todos los sábados" al "este finde no quedo porque mi novio me lleva a cenar". Hay que asumir que por muy maduros e independientes que nos creamos, durante los primeros meses de una relación vives por y para el otro y desde fuera pareces idiota. 

En cualquier caso la situación actual es muchísimo mejor, los errores no se experimentan en cabeza ajena. Si acaso tuvieran razón al rechazar a tu pareja eso es algo que debes acabar por entender tu solito y me parece una ventaja inmensa el tener esa libertad de elección. 

De la paloma mensajera al tic del WhatsApp

Tienes pareja, y como todas las parejas a lo largo de la historia, dado que acabáis de empezar y aun no os ha dado tiempo a aburriros, queréis comunicaros sin cesar. En tiempos pretéritos la comunicación física era imposible porque las normas sociales dictaban que las jóvenes parejas nunca podían estar solas, en todo momento gozaban de la compañía de una "chaperona" de intachable reputación. Por lo que se refiere a la comunicación escrita solo podía hacerse de modo epistolar y confiando en un sistema de correos algo precario. Las mujeres debían casarse vírgenes y ademas desinformadas porque entre lo que tardaban las cartas en llegar y lo que tardaban en escribirlas llegaba la noche de bodas y a duras penas sabían con quien se casaban. 

Ahora, sin embargo, la comunicación tanto física como emocional es fácil, rápida y continua. El uso generalizado de anticonceptivos de todo tipo sumado a la liberación de la mujer en el ámbito sexual han propiciado un auge de las relaciones sexuales antes y después del matrimonio (después menos). Del mismo modo, la aparición de nuevas tecnologías en lo tocante a la comunicación nos permite mantenernos en todo momento en contacto con la persona amada, y cuando digo en todo momento, digo que llega a tener lugar incluso mientras estas en el baño. También puede ocurrir que decidas interrumpir la conexión por un motivo pragmático y eso ocasione una discusión con tu pareja por abandono dado que "le habías leído pero no le habías contestado" y lo sabe por la última conexión del WhatsApp. Nos estamos volviendo locos y es un hecho. Que si "quien es esa que le ha dado a me gusta en Facebook" que si "¿por que has añadido como amigo a este tipo en twitter?"... A veces el silencio es una bendición y ahora que vivimos con el móvil pegado al culo no sabemos disfrutarlo debidamente y desconectar. 



Del "baby boom" a las madres cuarentonas. 

Una vez presentado/a en sociedad podemos empezar a plantearnos nuestro futuro en común. Espera. Vivimos en España en el 2013, no podemos plantearnos grandes cosas porque no hay dinero. Antes la gente se casaba a los veintitantos o antes si nos remontamos aún más tiempo atrás, empezaban a tener hijos inmediatamente y al final construían una preciosa familia numerosa antes de los treinta. Ahora, la triste realidad es que las parejas jóvenes lo tienen jodido, y perdonad por la palabrota, por mucho que quisieran, no tienen nada fácil conseguir el dinero para independizarse y, por lo tanto, tampoco para casarse así que ni pensar en lo de los niños. Una boda antes de los treinta es una rara excepción a la norma general y tener un hijo a los 25 casi te convierte en candidata a participar en un reality tipo "teen mom". 

¿Como pretenden que tengas más de un hijo si no puedes empezar a ponerte a ello hasta los treinta y muchos? Ya no solo es complejo por el tema de la fertilidad, que en el caso de las mujeres, va disminuyendo según pasan los años, sino también por un tema emocional. No se lleva lo mismo un embarazo y eso de criar a un niño con veinte que con cuarenta años, las noches en vela se soportan mejor cuanto más joven eres. 

Ni que decir tiene, por lo tanto, que esto es una gran desventaja para las parejas en la actualidad. El dinero no da la felicidad.... Pero desde luego ayuda. 

Del "hasta que la muerte os separe" al "divorcio express"

Si has tenido suerte y has conseguido casarte superando todas las dificultades económicas que desgraciadamente se nos ponen por delante a las parejas de hoy en día es bastante posible que acabes por divorciarte. No es por joder o ser pesimista es una estadística. Antes la gente se casaba ante Dios y en la creencia de que lo que Dios había unido no podía separarlo el hombre. Ahora pueden separarlo hasta los notarios siempre que no haya hijos menores. Antiguamente cuando contraías matrimonio sabías que sería para el resto de tu vida, lo cual, por otro lado, podía ser demasiado tiempo. Ahora, a partir de los tres meses de matrimonio uno ya se puede divorciar sin alegar ninguna causa.

No digo que este en contra del divorcio porque hay motivos en los cuales no te queda otra, lo que sí digo es que se debería luchar un poco más por las relaciones y aprender a ser más generoso y mas tolerante con tu pareja porque lo que es una gran verdad es que hay que quererse mucho para aguantarse. 


Aclarando que nada de lo dicho debe desmotivaros a la hora de buscar el amor, porque una vez que lo encuentras es lo mejor que te puede pasar, y lo dice una que se gasta todo su sueldo en ir a ver su novio de Erasmus, me despido un día más a estas horas intempestivas.

Virtualmente vuestra V.M  

lunes, 25 de noviembre de 2013

Online. Escribiendo...TickTick

  Gente que ama esta ciudad a la que hacemos honores con nuestro Blog. Nos devanamos los sesos pensando en lugares, discotecas, parques o bares que representen nuestro día a día y nuestro locos fines de semana. Pero se nos está pasando por alto algo que forma parte de nuestro entorno más que cualquier antro moderno. Algo que sobrevuela nuestras cabezas y que nos es indispensable para realizar cualquier movimiento cotidiano.
Nos referimos sin ninguna duda a los cables y antenas de telefonía. De a cuerdo, no son precisamente bonitos. No les pintaríamos un cuadro y salvo palomas y pájaros diversos, no los solemos utilizar de puntos de reunión. Pero ¿Que haríais sin ellos?, ¿Que haríamos sin nuestro Whatsapp, Facebook o Instagram?, ¿Pasarnos a las señales de humo? Sería divertido, pero como que no me hace mucha gracia que mi vecino se entere de mis conversaciones con el ligue de turno. Llamadme raro.
Espero que hayáis pillado el asunto de mis ideas y no sigáis pensando que voy a hablar de cables y conexiones inalámbricas. Eso se lo dejamos a los de Teleco, y el como vender cobre a buen precio y hacerte tu propio negocio chatarrero ya lo explicaremos en otro artículo.

  Pensemos (sin dolores de cabeza porfa que quiero que lleguéis al final), ¿Que grandes ventajas nos ha traído esta gran red llamada Internet?
La comunicación entre nosotros es mucho más sencilla. Podemos hacer la compra sin levantarnos de la cama y subsistir sin salir de casa si es necesario.
Hablamos con nuestra gente sin levantar la cabeza del sitio, sabemos de la vida de nuestro vecino más que su pobre madre que no tiene Facebook. Y contamos nuestro viaje del último verano a más de 200 personas a la vez sin tener si quiera que dirigirles la palabra expresamente.
En la actualidad nos es posible dar una imagen de nosotros mismos y de nuestra vida pasada por filtro, edición e inversión de colores. Si algo no nos gusta o nos avergüenza simplemente no lo subimos, pero si el lo más “chic” de la semana nos faltan minutos para publicarlo en primera plana. La verdad es que cada vez es más sencillo saber de la vida de una persona y cada vez más difícil conocerla de verdad.

  La vida moderna con sus actualizaciones ha traído consigo una infinidad de posibilidades, cuyo único límite es la imaginación y la capacidad de cada individuo con las nuevas tecnologías.
Pero, ¿es oro todo lo que reluce? y lo malo ¿es malo por que si? o ¿depende del uso que le demos?

  Lo que es cierto es que a la vez que es más sencillo mantener relaciones sociales, cada vez estas son más impersonales. A veces la única cara que vemos de una persona en meses es de color amarillo y está sacando la lengua a la vez que guiña un ojo.
Las fotos cada vez son más bonitas y artísticas, y si las juntamos podemos crear una vida a base de fotogramas vintage.
Las largas conversaciones han sido apartadas por frases de carácteres limitados, que a muchos ya les han hecho más mal que bien en sus carreras de cara al público.
Los tonos muchas veces son malinterpretados en los mensajes instantáneos. Sin quererlo ni beberlo podemos hacer pensar a nuestra pareja que estamos enfadados cuando simplemente estamos haciendo una broma. Bueno, a nuestra pareja y al americano de turno que esté siguiendo nuestra conversación. Por que señoras y señores, yo estoy convencido que mis dilemas diarios son mucho más interesantes que los de la Merkel.
Ahora mismo vamos a una discoteca y no nos hace falta preguntarle el nombre al chico que está en la barra. Sacamos nuestro aparato del bolsillo y sabemos su nombre, dni, número de mascotas, que su hermano le ha robado la chaqueta para un concierto y que hace dos semanas que no va al baño con regularidad.
¿Quien no se ha vuelto loco mirando los ticks del whatsapp? o fisgoneando la última hora de conexión...Puede ser nuestra amiga del alma desde los cinco años, pero válgame el cielo que si han aparecido los dos ticks a las 18.45, su última conexión ha sido a las 18.46 y no me ha contestado...es una perra judía y se merece que le escupa a la cara.
Podemos afirmar que en nuestra ciudad fueron unos pioneros en ponerle sonido a los semáforos para todo aquel que anda con el móvil en la mano...¿o era para los invidentes? Quien sabe, puede que nos estemos convirtiendo en invidentes poco a poco.

  Capítulo a parte se merecen las webs y apps de citas. Sólo mencionar que ahora es más fácil encontrar un polvo en 5km a la redonda que salsa wasabi en el supermercado.
El tradicional ¿Estudias o trabajas? en los bares se ha transformado en el “Hola, ¿que tal?” de las redes. Cuando se encuentran inspirados claro, que si no te tienes que conformar con un “ola k tal”, “k buscas?” o “k t mola?”. Aprovecho para repetir por enésima vez, Sin foto no contesto.

  Pero como le encuentro mil y una metáforas graciosas a este tema lo dejaré para más adelante. Y a vosotros, mis lectores, os dejo esta pregunta.
¿Que miráis antes de cerrar los ojos por las noches?

  Virtualmente vuestro M.L.M

domingo, 24 de noviembre de 2013

EL MONSTRUO DE LA SEMANA .- ASESINOS EN SERIE II.- POR QUE ES TAN DIFICIL CAZARLOS.

  Todo empezó con Vidocq-Gérard Depardieu en la película del mismo título que no pasará a los anales de la cinematografía por nada en absoluto. Parisino de adopción, ladrón, estafador, convicto, infiltrado, mercenario,  (se cuenta que en una ocasión fue contratado para matarse a sí mismo), cualquier cosa menos un alma cándida, consiguió convencer a la clase política gobernante en la Francia de 1811 de que, para luchar contra el crimen, lo mejor era contratar a un criminal, argumento no exento de mérito que además se reveló de lo más acertado. Vidocq, junto con otros 12 maleantes, constituyeron el germen de lo que acabó convirtiéndose en la Suretè Nationale. Cuando le echaron de la policía, a pesar de sus numerosos aciertos en la lucha contra el crimen, fue pionero de la cinematográfica profesión de detective privado que tantas alegrías nos ha proporcionado a los amantes de lo negro, en cine, en novela, o en las faldas de tubo.

  Vidocq, aparte de un tipo muy espabilado para ser francés, fue un pionero de la criminología. Scotland Yard no se constituyó hasta 1829 y los ingleses, tan estirados ellos, no tuvieron la feliz ocurrencia de poner al frente de la lucha contra el crimen a un curtido criminal.  Para hacer algo así de interesante hay que ser mediterráneo. En 1811 los americanos todavía estaban invitando a los indios (ahora “nativos americanos”) a veranear en las reservas. No estaban por la criminología como ciencia emergente: del FBI no hay ni atisbos hasta el siglo XX (1908).  En España el primer intento serio de sistematizar las teorías de los delitos y las penas procede de la Escuela de Criminología fundada en 1903.  Hay que decir que no hemos destacado tampoco en esta rama de la ciencia.

  Entre el visionario Vidocq y el televisivo FBI, mediado el siglo XIX, apareció en Italia Cesare Lombroso con sus ideas peregrinas sobre que ser un criminal dependía de tener la frente plana o de la separación entre las cejas. Su principal logro consistió en la búsqueda de causas biológicas para el impulso criminal pero las conclusiones a las que llegó pusieron en serio peligro a todos los tíos feos de la Lombardía: si estabas cerca del lugar del crimen y tenías las orejas grandes, brazos más largos de lo normal y los ojos muy separados acababas en la trena con total seguridad. Ser feo en Italia en la época de auge de las teorías de Lombroso debía ser como lo que sigue pasando si eres negro y conduces un coche bueno en EEUU: te paran seguro.

  Lo cierto es que a día de hoy no se sabe por qué hay personas que sienten el impulso indiscriminado de matar a otras. Por lo menos se ha descartado que sea por tener orejas de soplillo pero más allá de eso no se ha avanzado demasiado.

  Los crímenes con resultado de muerte intencional pueden dividirse en dos grandes grupos: aquellos en los que la víctima es elegida por ser quien es y los crímenes aleatorios, en los que la víctima puede responder a un patrón específico pero es intercambiable con otra persona de características similares. En los primeros, A mata a B porque B es B, por celos, por dinero, por envidia, porque no saca la basura, puede ser un motivo nimio pero A lo que quiere es matar a B, precisamente a B.  Los asesinos en serie matan a B pero podrían matar a C si pasara por allí en el mismo momento.

  Jeffrey Dahmer mató al menos a 17 chicos jóvenes entre 1978 y 1991. Era un tío alto y guapo, tenía las orejas perfectamente colocadas en su sitio. Su obsesión era conseguir el esclavo sexual perfecto por eso dopada a sus víctimas y les agujereaba el cráneo para inyectarles un preparado de su cosecha a base de somníferos que pretendía anular su voluntad. Le daba igual matar a B que a C, le bastaba que fueran varones jóvenes a los que pudiera convencer mediante pago de que fueran a su casa a tener sexo.

  Ed Kemper mataba autoestopistas. Le daba igual una que otra, la que se subiese al coche. No era algo personal contra la chica en concreto, sino contra las chicas en general. El encantador Ted Bundy mataba mujeres jóvenes que  le recordaban a la ex novia que se había negado a casarse con él.  Bastaba con que fueran morenas  e incluso mató alguna rubia sólo porque estaba allí. John Wayne Gacy, el Payaso Asesino, violó y mató a 33 chicos jóvenes no por quienes eran, sino por lo que representaban para él.

  Por eso los asesinos en serie son tan difíciles de cazar. Hemos conseguido extraer y analizar ADN del sudor de una camisa y una huella latente en una bolsa de basura pero seguimos sin saber por qué un vendedor de zapatos aparentemente normal violó y mató a 33 chicos de entre 9 y 20 años y enterró a 28 de ellos en el jardín mientras vivía en el adosado con su esposa y era el alma de las barbacoas. Se han buscado explicaciones biológicas, ambientales, sociales, madres opresivas, padres violentos o ausentes pero no hay anomalía cerebral o cromosómica  que  explique todos los casos ni causas sociales que permitan establecer un patrón, un “caldo de cultivo” del asesino en serie. Gacy y Kemper tuvieron infancias difíciles y progenitores que deberían haberse esterilizado antes de procrear  pero Bundy fue un niño de mamá en el mejor sentido, con una agradable familia de clase media. No sabemos la razón de que actúen como lo hacen y para colmo no es fácil detectarlos: los psicópatas, a diferencia de los psicóticos, son camaleónicos y se camuflan perfectamente entre los demás, pueden mantener un trabajo, pagan sus facturas,  hacen la compra en el súper de la esquina y cultivan geranios sobre sus víctimas enterradas en el jardín.

  Lo único que podemos concluir es que nuestro vecino bien puede ser un asesino en serie. De hecho, si no el nuestro, el vecino de alguien, en este preciso instante,  lo es.

  Virtualmente vuestra V.R

jueves, 21 de noviembre de 2013

Soñar despierto



Es curioso como los humanos podemos caer cientos de metros y sobrevivir sin un rasguño. O volar sin alas ni maquinas. O seducir a la chica de nuestros… Sueños. Sueños, porque allí todo es posible. Obviamente, en el mundo de los despiertos, todas estas placenteras actividades tienen resultados fatídicos (menos la chica, hay afortunados que la conseguimos), pero en el plano onírico, dormidos y acurrucados en nuestros ronquidos más profundos… Oh, allí todo es posible. 

“Eh” pensarás (porque decirlo en voz alta no tiene mucho sentido) “Yo tengo, muchos sueños pero los que pasan guays son los menos. En la mayoría se me caen los dientes o me paseo en pelotas por mi clase”. Efectivamente, lector. En el misterioso proceso del soñar, el ser humano no tiene elección: cada noche (si eso) Morfeo toca nuestras cabecitas con conceptos tan gregarios como grande es la imaginación del hombre. Sin embargo, esto no es del todo cierto. Ni lo que pasa en nuestros sueños es aleatorio ni su aparición es espontanea y caprichosa. De hecho, y de esto van estas líneas, tu y yo y todos podemos soñar cada vez que dormimos a voluntad, sobre las cosas que nos apetezcan y, aun más alucinante, poder controlarnos en tan surrealistas universos. 

Aunque parezca algo increíble, es tan científico y factico como la gravedad (bueno, no tan exacto, pero tiene su base). Se llaman “Sueños lucidos” y básicamente consiste en ser consciente de que estas en un sueño cuando estás en uno. El concepto fue presentado por primera vez por Marie-Jean-Léon Lecoq, Baron d'Hervey de Juchereau, Marquis d'Hervey de Saint-Denys, señor de nombre conciso y odiado por todos los que le hicieron el DNI. Apuntando sus sueños desde la edad de 13 años, consiguió controlar sus sueños, definiendo en su obra que un sueño lucido es “aquel en el que el soñador es perfectamente consciente de que está soñando”. Dicho esto, la lección de historia se acaba y vamos al turrón: cómo funciona. 

Por qué soñamos es una pregunta sin respuesta concreta. Sí sabemos, no obstante, que se produce principalmente en la fase del sueño conocida como REM (rapid eye movement: fase en la que el cerebro tiene una actividad neuronal parecida a cuando se está despierto). Sus motivos, por otro lado, nos son desconocidos. Desde Freud hasta las religiones más vetustas todos tienen una opinión sobre los sueños: presagios, miedos, preparaciones para la vida… En cualquier caso, el significado de por qué volamos en sueños nos da igual ahora: lo que queremos es saber volar cada vez que nos durmamos. Así que a ello. 

Los sueños lucidos, aunque accesibles a todo el mundo en mayor o menor medida, no son necesariamente fáciles de conseguir. Requiere dedicación y paciencia, además de tener que empezar unos hábitos algo extraños. Pero todo sea por pencarse a una maciza. O macizo, que a sueños calientes tenemos derecho todos. Lo primero de todo es comenzar a escribir tus sueños. Nada de después de la ducha: en cuanto te despiertes, aunque sea en mitad de la noche, escribe (o alternativamente graba) lo que hayas soñado. Esto sirve para enseñar al cerebro que nos importa lo que soñamos y que queremos recordarlo. Con el tiempo, no será difícil recordar todo lo que sueñes, pero no por ello hay que perder el hábito de seguir escribiendo. Recordar lo sueños, en mi opinión, ya de por sí es bastante guay. No obstante, queremos decidir lo que pasa en ellos, no solo recordar lo que nuestro subconsciente nos quiera pasar por el zapping nocturno. 

Para poder tener sueños lucidos, hay dos métodos: DILD y WILD. Empecemos por el DILD (dream initiated lucid dream). Este método es el más razonable y el que más puede atraer al soñador lucido ocasional. Consiste en tener un sueño normal, cándidos y tontos nosotros, y convertirlo en un sueño lucido al darnos cuenta de que estamos en él. El proceso es, de nuevo, una cuestión de hábito. Aunque el diario de sueños ya habrá acostumbrado al cerebro a que queremos soñar, aun necesitamos saber darnos cuenta de que estamos en un sueño. Para hacerlo, tenemos que descubrir que el mundo que nos rodea no es el real. Saber diferenciar qué cosas son diferentes en los sueños es fundamental. Así pues, si nos da la impresión de que algo raro pasa a nuestro alrededor, puede que estemos en un sueño, por lo que procedemos a hacer una comprobación de realidad para ver si efectivamente estamos en trance onírico. 

Estas pruebas son cosas sencillas que nos dirán si lo que nos rodea es real. Lo primero es preguntarnos si estamos soñando. Aunque la pregunta en sí, no hará mucho, si que sembrará una semilla que nos llevará al resto de pruebas, como intentar tocar nuestra palma de la mano con el dedo. Si la atraviesa, estas soñando: en el mundo real no te estás moviendo, así que tu dedo no choca con nada en el sueño. Si los interruptores no apagan ni encienden las luces, puede que sea un sueño (o que estés en un sitio muy chungo). Si hay algún numero o palabras escritas a tu alrededor, intenta recordarlo y mira a otro lado. Si cuando lo vuelvas a mirar ha cambiado, estas soñando. Por último, aunque hay muchos más métodos, recomiendo tapar boca y nariz e intentar respirar. Si puedes, estas soñando: en el mundo real, tu respiración no está obstruida por tu mano. 

Llegado a este punto, deberías de darte cuenta de que estas en un sueño. Cuestión de lógica y más si te has estudiado el tema. Ahora viene una parte compleja: el cerebro sabe que lo que está pasando no es lo usual, así que intentara despertarte. La excitación por darte cuenta de que por fin has logrado un sueño lucido y tu mente intentando echarte se juntan para despertarte rápidamente. Sin embargo, hay que mantener la calma y concentrarse en algo mundano, como, por ejemplo, dar vueltas alrededor de un punto mirándolo fijamente. Esto distraerá al cerebro lo suficiente y podrás relajarte, volviendo así a lo interesante: hacer lo que quieras. 

Este punto es bastante sencillo, aunque requiere practica. Un sueño lucido implica tener el control absoluto de un universo prácticamente infinito donde todo lo que la imaginación pueda crear es posible. Es cuestión de probar e ir intentando cosas y métodos nuevos. Volar suele ser algo placentero, en mi opinión. 

El segundo método es el WILD (Wake initiated lucid dream) y consiste en iniciar un sueño lucido directamente desde el momento en que nos dormimos sin esperar a la fase REM, que ocurre a mitad del ciclo de sueño aproximadamente. Básicamente nos provocamos el sueño, engañando a nuestro cuerpo de formas ingeniosas para entrar directamente en la fase REM y siendo conscientes de que en cuanto nos durmamos estaremos en el mundo de los sueños. Para hacerlo, existen varios métodos, como usar alarmas para despertarnos justo antes de entrar en la fase REM y volver a dormir, entrando directamente en el sueño. Mi método favorito, no obstante, es la inducción por parálisis. Para ello, debemos tumbarnos de la forma más relajada posible (preferiblemente boca arriba) y no mover un pelo. Ni un milímetro. Con esto, engañamos a nuestro cerebro, que piensa que estamos dormidos como bebes y nos mete a soñar como el que ficha en el trabajo, sin saber que aun estamos despiertos. Así pues, hay que quedarse paralizado. El cerebro no es idiota y no va a ponernos en trance onírico tan rápido, así que primero hará alguna comprobación para comprobar que estamos dormidos. Nos picará algo. Querremos rascarnos la nariz. Nuestra respiración se volverá irregular. Concentración. No hay que moverse. Relajar la mente. Seguir despierto. 

Cuando el cerebro decida que estamos dormidos (por mucho que no lo estemos), entramos en parálisis de sueño. En esta fase, nuestro cuerpo queda paralizado, aunque estemos despiertos. Esta experiencia no es desconocida para muchos, que la encuentran agobiante y terrorífica, no solo por la sensación de estar completamente inmóvil, sino porque alucinaciones visuales y auditivas comenzaran a aparecérsenos, comenzando con formas y colores hasta que gradualmente nos encontremos en un sueño. Allí, al igual que en el DILD, todo será cuestión de experimentar. 

Y bueno, vaya rollo, pero merece la pena. Existen muchas ayudas químicas para poder soñar lucidamente, empezando por beber zumo de manzana. Sin embargo, la gracia está en poder hacerlo sin ayuda. La verdad, es que es una aventura increíble. Algo extraña, pero todo es acostumbrarse. Experimentar. Darse una vuelta por la trastienda de nuestro subconsciente… Y hacer exactamente lo que nos de la gana.




Virtualmente vuestro una vez mas S.M

martes, 19 de noviembre de 2013

¿Quien Quiere Casarse Con Mi...?

  Si quieres hablar de algo por lo que la gente siempre se vaya a interesar tus temas son Amor, Salud y Dinero. Son varias las personas que me han aconsejado esos temas como eternos destinos del interés humano. Y seamos sinceros, en cualquiera de sus variantes nos encantan.
Pues bien, de lo que aquí vamos a hablar hoy es de un movimiento televisivo que ha conseguido atraer masas gracias a la histórica temática de la búsqueda del Amor.
Estamos hablando, como muchos habrán supuesto ya, de la serie de televisión Quien Quiere Casarse Con Mi Hijo (QQCCMH).
Cada noche que estrenan nuevo capítulo Twitter arde con los comentarios de los sus seguidores. No se les pasa ni una, se habla de los vestidos, la forma de hablar de los participantes y de cualquier traspiés que se pueda cometer.
Uno a uno, y cinco a cinco son los bloggeros que se unen a este fenómeno nacional. Y es que cada vez cuesta más hacerse pasar por "actualizado" si no sigues este programa.

  Como seguidor desde el minuto uno del primer capítulo de la primera temporada he de decir que no me extraña nada la gran acogida que ha tenido entre el público. Para muchos de nosotros, esta noche de risas se ha hecho imprescindible para continuar con el resto de la semana. Y ningún desayuno post-estreno volvería a ser lo mismo sin los cotilleos acerca del último capítulo.
Pero ¿que es lo que ha convertido a esta serie en este fenómeno? viéndolo con perspectiva son muchos los programas sobre bodas que han acabado en la basura por ser grandes "petardos". El amor llama, pero para necesitar inyecciones de insulina prefiero comerme una tableta de chocolate.
Para mi, y supongo que para el resto de seguidores, el quid imprescindible es su presentadora. Lujan Argüelles combina glamour y presencia en una imponente figura que muchas querrían para sí mismas. Una rubia que manipula las situaciones como si fuesen plastelina y a la que nunca sabes si vas a sacar una sonrisa o un mordisco con tu último comentario. Todo ello bajo una actitud muy gay-friendly y que se basa en el apoyo al más débil y en meterle caña a quien se lo merece.

  Pero dejándonos de zalamerías por el momento analicemos el monstruo que aquí hemos creado entre todos. El movimiento QQCCMH arrasa allá por dónde pasa, y ninguna discoteca lo ha pasado por alto. Parece ser que para presentar una sesión o hacer un rato de Dj lo único que tienes que hacer es decir que te gusta alguien. Fácil, sencillo y para toda la familia.
Lo peor de todo es que, aún sabiendo esta gran realidad, seguimos asistiendo a esa discoteca o sesión de turno. !No nos podemos contener¡ Nos da igual y nos encanta.
El "que, no, ¿en serio?" argentino y el "!poh claro¡" de pueblo han pasado a formar parte de nuestro vocabulario y, si, nos sigue encantando.
Esperemos que esta creación de famosillos al por mayor no malogre a los candidatos de próximas ediciones. 
Lo que está clarísimo es que nos quedan muchos "figuras" y "esperpentos" por contemplar.

  Lo que sucede al final de tanta escena cortada y tantas horas de edición (950 horas por capítulo señoras y señores) es lo inevitable. Que para nuestra desgracia llega el último programa y decimos, "anda coño que había boda al final". Y es que con tanta carcajada y tanto sonido correctamente ajustado para reírse de los protagonistas se nos olvida la finalidad de todo esto.
Y aquí es dónde nos preguntamos ¿La boda importa en realidad? Definitivamente sin ella la estructura del programa se derrumbaría. Pero ¿cuantos de los personajes de las tres ediciones se han casado?
Pues contentémonos con pensar que con la suma de sus ediciones en EEUU, Noruega, Bélgica, Alemania, Francia y Holanda, alguno de los participantes habrá encontrado el amor verdadero. Ya sea en forma humana o de cheque.

  En todas sus ediciones se repiten los mismos ejemplos de sociedad. Tenemos por un lado a la familia pija y adinerada, por otro al hijo freaky con sus consolas y a nuestra querida familia de provincias. Pero no nos engañemos, la mayor parte de la audiencia se mueve en un principio por el tío buenorro y el gay.
Y si los vástagos no son suficiente para mantener el caché del programa no nos preocupemos, aquí están las madres. Más de una se ha conseguido ganar el corazón de los espectadores y algunos minutos en algún otro programa. Pon a una Mari Carmen en tu vida se dice.
Y por si tanta fama, risa y amor no fuese suficiente. Se los llevan de viaje. Desde Grecia hasta Ibiza (Leti´s Island) han ido nuestros protas con sus pretendientes. Dinero debe de crear el programita.
Pero, como siempre, lo consiguen y uno de los temas en las cenas madrileñas es intentar adivinar a quien le tocará el gran viaje a Roma y quien se tendrá que contentar con ir en caravana por la estepa manchega.

  El caso es que, para ir finalizando mi alegato, este gran programa ha conseguido cambiar nuestra manera de ver las bodas. 
Próximamente (esta misma noche)  tendremos con nosotros una nueva creación de estos grandes genios. Quien Quiere Casarse Con Mi Madre llega a nuestras pantallas con sus "tróspidos" protagonistas para hacernos ver que en esta sociedad individualista las bodas no están tan mal. De hecho, así me caso hasta yo.

  No prometo no presentar a mi madre en próximas ediciones.

  Virtualmente vuestro M.L.M

lunes, 18 de noviembre de 2013

Pro-cras-ti-na-ción



Un viejo dicho popular, de esos con los que los abueletes se inflan la boca, reza brevemente “El día más ocupado de la semana es mañana”. Procrastinación. Aprended esta palabra aquí y ahora, porque para entender el por qué de algo, primero hay que saber reconocer ese objeto de observación. 

Aunque suene a anglicismo o a chino, “procrastinación” viene del latín procrastinus (pro, adelante, y crastinus, del mañana o futuro). Esta sabiduría extraída de Wikipedia (porque que le follen a los que crean que no es una buena fuente) viene complementada por una definición más que valida, que a cien palabras dentro del artículo ya viene siendo hora: “La procrastinación, postergación o posposición es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables”. Lo que viene siendo de toda la vida tocarse los huevos en lugar de hacer el trabajo que tienes que entregar en hora y media. Ver otro capítulo de Breaking Bad en lugar de acostarte. Navegar por blogs/ Wikipedia/reddit/internet en general en lugar de hacer lo que debes hacer. Creo que el concepto queda claro. ¿Por qué es un problema, además de lo obvio? 

Aunque en principio procrastinar pueda ser un acto ocasional, debido a una distracción muy fuerte que eclipsa los deberes oportunos, postergar las tareas que tenemos que realizar puede tener motivos más oscuros. No es que la pagina de Wikipedia sobre “Xena: la princesa guerrera” sea muy interesante, es que la alternativa es terrorífica. Según William Knaus, algunas de las causas para procrastinar son el miedo al fracaso, la ansiedad y la saturación. No quiero ser muy específico, porque al fin y al cabo, esto no es un artículo científico. No obstante, puedo contaros mi experiencia con la procrastinación. 

La idea de escribir este artículo no me ha surgido ni hoy ni ayer ni hace una semana. Hace tres años, en una época de máxima procrastinación, le propuse a mi profesor de Escritura Periodística hacer un artículo sobre este fenómeno para el periódico digital de la universidad. Aunque se lo propuse a él, cosa que acepto amablemente, realmente quería proponérmelo a mí mismo. Quería salir del círculo vicioso. Han tenido que pasar tres años para que comience a escribirlo. Y ni siquiera me cuesta escribir. Es más una cuestión de… Miedo. O egolatría. Incluso estupidez, qué sé yo. 

El caso es que es un bucle, un agujero de gusano que se repite una y otra vez, donde las tareas A, B y C (lejanas en el tiempo) se postergan por una actitud negligente. En mi caso, siempre pienso que podré hacerlo más adelante, como en… Quince minutos. No, a las y media. No, bueno, ya son las seis, hora de merendar. Bueno, cuando termine la película. Uf, voy a cenar. Voy a hablar con mi chica. ¿Dos de la madrugada? Hora de dormir. 

Lo. Haré. Mañana. 

La frase asesina. El pensamiento de que mañana será más productivo que hoy. Sinceramente, nada va a cambiar de un día para otro. Asúmelo. Mañana seguirás contándote la misma trola. Hasta que llega mi momento favorito: las horas finales. Y esto es increíble. Conocido como “El síndrome del estudiante”, no es solo aplicable a la población aun en aprendizaje. Desde oficinistas a entregar la declaración de la renta, todo llega a última hora. Y ni siquiera era complicado. Era echarle un rato. Pero ahí estas. Quedan cinco horas y piensas “Vale, en cinco horas tengo que tener hecho este (digamos por ejemplo) resumen sobre este libro”. ¿Cuál es la situación? No has terminado de leer el libro, para empezar. Como solo quedaban cincuenta paginas, lo dejaste para el día siguiente. Hasta hoy. Pero bueno, decides echarle huevos y plantarte. Te lo dices en voz alta: “Vamos a ello”. A tope. Empiezas a cerrar ventanas de internet. Le dices hasta luego a tu colega por Facebook. Mientras te despides, miras el link a Tumblr que ha puesto tu prima. Guau, no sabía que los elefantes hacían eso. Voy a buscar en Wikipedia los elefantes. Vale, solo quince minutos de Wikipedia, hasta las y media y ya me pongo. Este video es muy interesante. Cuando termine el video. 

Quedan dos horas. 

Entonces te pones. Avergonzado y con un miedo en el cuerpo que duele. Y es que ese es el problema. No que te distraigan las luces y colores del siglo XXI, sino el pánico que te da ponerte a hacer lo que se supone que tienes que hacer y darte cuenta de, si lo pones sobre la mesa, no es posible. Es demasiado tarde. Ya no da tiempo. Y es jodidamente estúpido, porque precisamente postergarlo ha sido lo que ha provocado ese miedo a no saber si podrás enfrentarte a ello. Así que procrastinas. Procrastinas como un cabrón hasta que te queda una hora porque no quieres mirar tu trabajo y darte cuenta de que ya no puedes hacerlo. Pero lo haces. De vuelta al libro, lees las cincuenta páginas que ni Stephen Hawking. No te enteras de nada, pero te metes en Wikipedia otra vez y te lees un resumen. Oye, que el autor era de Kazajistán. Y qué bonito país. ¿Cómo será su capital? 

Una hora. 

Joder. A ver, no hay que ponerse nervioso. Son… Tres páginas. Un resumen de tres páginas. Quizás con la letra a tamaño 12,5 para que no se cosque, le reduzco el sangrado y aumento el interlineado… Sí. Ahora tu nombre y el título del libro ocupan mucho más, porque no has empezado a escribir aun. 

Media hora. 

Vale, no es difícil. Un resumen corto, sí, bien. Uy, y una descripción de los personajes, que ocupa mucho con eso de que lo pones por puntos. Temática y simbología… Ahí te plantas. De vuelta a Wikipedia. Joder, en la portada pone que hoy es el aniversario de la muerte de… 

Quince minutos 

Dios, no llego. Tengo que enviarlo a en punto y no me da. No me da. Me queda aun una página y no sé que poner. Espera. ¡Opinión personal! Albricias. Pedantería. Te lo marcas que te cagas. Y a las y cincuenta y nueve, lo envías al profesor con una notita diciendo que se lo has enviado hace unas horas pero que no te ha respondido, así que se lo envías otra vez. Jodido cobarde mentiroso. 

Por cierto, ese soy yo, por mucho que haya usado doscientos tiempos verbales diferentes. Yo, lector, soy adicto. Porque la procrastinación es una droga. Empiezas poco a poco hasta que convierte tu vida en un pozo sin ambición, con mas exclamaciones ególatras que verdaderos logros, donde la gente a tu alrededor avanza y hace con su vida cosas productivas, mientras que tú sigues en Internet. Corroe tu vida y te deja poco a poco sin dinero, sin trabajo y tus únicos amigos son adictos como tú, gente procrastinadora que se sigue engañando diciendo, como tú, que mañana empezaran a cambiar sus vidas. O tocando la guitarra. O lo que sea. Yo, como tú, soy un adicto a esto. Del peor tipo, porque he dejado de engañarme. Se cuales son mis posibilidades, así que hago un trabajo mediocre en el último momento en lugar de uno excelente con tiempo. Porque tengo un miedo terrible. A lo que hay detrás de la tarea. A quién soy yo. A este círculo vicioso. 

Es complicado de explicar, pero la verdad, es que estas palabras son lo primero que hago en mucho tiempo por mi propia voluntad. Algo productivo, creativo. Lo último en el escalafón del procrastinador. Voluntario. Puagh. Pero aquí estoy. Tres años después de proponérmelo, lo he hecho. He dejado de procrastinar escribiendo sobre la procrastinación. Al menos durante un ratito. Quizás haya esperanza. Quizás pueda cambiar. Quizás hoy me diga que mañana voy a empezar a hacer ejercicio y de verdad lo haga. Quién sabe. Sin embargo… Sobre ese trabajo que tenía que enviar hoy… 

Cinco minutos.

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